¿Estás deprimido? ¿Sientes que tus patrones de
pensamiento están afectando tu salud general? Tal vez lo que necesitas es
mantener un cuaderno cerca de tu cama y registrar tus sueños. Abrir un canal de
comunicación con tu inconsciente. Recupera la fascinación por la vida vía el
espacio onírico. Hey, hasta puede ser oniridiscente, después de detenerte a
observar lo que produce tu psique, sus embrollos y quizás un par de pesadillas:
paisajes luminosos aguardan más allá del arcoiris… ¡y sin pastillas! Si es que
eres capaz de enfrentar los psicomonstruos que tejes en la oscuridad —y que
inconsciente, y a veces imperceptiblemente, te persiguen en la vigilia.
La ciencia identifica una relación entre el
insomnio o la privación de sueño y la depresión (y factores que contribuyen al
deterioro de la salud como el estrés). Esto es comúnmente aceptado. Sin embargo,
poco se ha estudiado la relación entre no recordar los sueños y la
depresión.
Se sabe que dormir es importante para el
bienestar emocional e incluso se ha encontrado relación entre patrones de sueño
inadecuados y una serie de infecciones como la gripe, la diabetes y hasta el
cáncer. Pero, ¿qué es, exactamente, lo que hace que dormir sea tan necesario? La
Dra. Rosalind Cartwright del Centro Médico Rush de Chicago ha descubierto que
individuos que recuerdan sus sueños tienden a sanar con mayor rapidez de estados
depresivos asociados con el divorcio.
Rubin Naiman,
del Arizona Center for Integrative Medicine, cree que la pérdida de los sueños,
más que la privación del sueño per se, es una “fuerza sociocultural
crítica” en el desarrollo de la depresión, la cual generalmente pasa
desapercibida. “Una buen hábito de sueños contribuye a nuestro bienestar
psicológico al promover una memoria sana, alejar la depresión y al expandir
nuestra conciencia ordinaria hacia regiones más amplias y espirituales”, dice
Naiman.
El hecho de que los sueños —y no solo la falta de sueño— afecte la salud, tiene
una importancia que pasa de largo a la medicina moderna. La mayoría de los
fármacos que se preescriben para tratar desórdenes relacionados con el sueño y
la depresión tienen el efecto secundario de suprmimir la memoria de los sueños
—así que podrían estar atacando un padecimiento solo de manera superficial.
Existe cierta reluctancia a considerar seriamente
a los sueños como materia de estudio, probablemente porque se mantienen
relativamente inaccesibles a la observación científica, siendo enteramente
subjetivos desde esta perspectiva —pese a que en ocasiones evoquen motivos
arquetípicos que trascienden a un individuo.
Uno de los pocos métodos ideados para penetrar el
casi insondable mundo de lo que sucede cuando soñamos es el desarrollado por el
Dr. Stephen LaBerge de la Universidad de Stanford. LaBerge logró entrenar a
diferentes voluntarios a emitir una señal durante sus sueños cuando algo en
específico les estaba sucediendo, por ejemplo, cuando estaban teniendo sexo.
Esto fue realizado en personas capaces de tener sueños lúcidos, sueños en los
que se tiene cierta conciencia de que se está soñando. Los resultados de las
investigaciones de LaBerge muestran que un fenómeno que sucede en el espacio
onírico tiene una correspondencia fisiológica, tal que un orgasmo soñando genera
respuestas corporales similares a un orgasmo despierto. Y si un orgasmo, un
estado de meditación o una oración producen cambios benéficos en nuestro
organismo cuando estamos despiertos, ¿por qué no habrían de producirlos,
aunque sea en menor medida, cuando los soñamos? LaBerge escribe:
Una de las teorías recientes más populares para explicar el misterio de
para qué o por qué soñamos sugiere que los sueños tienen una función ligada a
“ensayar una respuesta adaptativa a un desafío”, tal que en la antigüedad los
sueños, por ejemplo, nos habrían ayudado a escapar de un depredador haciendo
pruebas en un escenario virtual sin tener que morir en el ensayo —y en la
actualidad podrían también ayudarnos a generar una idea para solucionar un
problema, de lo que abundan ejemplos ilustres como el descubrimiento de la
tabla periódica de Dimitry Mendeleyev durante un sueño.
Esto se conecta con lo que creía el Dr. William
C. Dement, el hombre que descubrió los sueño R.E.M. Dement pensaba que “el sueño
REM podría haber evolucionado para ser utilizado en el futuro”, y profetizó: “la
función eventual de los sueños será permitir al hombre experimentar las
múltiples alternativas del futuro en la cuasi-realidad del sueño y así tomar una
decisión más ‘informada’”.
Por otro lado Stephen Laberge, en su libro
Lucid Dreaming, teoriza que una de las funciones biológicas de los
sueños es justamente el aprendizaje: existe una correlación entre el REM y
nuestra capacidad de aprender algo (personas que tuvieron sueños con patrones de
REM en el proceso de aprender algo tuvieron mejores resultados que las que no
tuvieron estos sueños).
A mi juicio todas estas teorías tienen algo de
cierto y se manifiestan en distintos niveles. Muchos de nosotros soñamos con
cosas que hemos tenido en mente en el día o en tiempos recientes. Esto nos
remite a que, más allá de una cierta obsesividad, el sueño nos permite continuar
un proceso cognitivo desde otra perspectiva, usando otras partes de nuestro
cerebro, lo cual significa arrojar una luz nueva a los asuntos que nos ocupan.
Generalmente desdeñamos estos sueños —que son un tanto superficiales—,
considerándolos como meros residuos de nuestros procesos psíquicos en aras de
desecharse. Pero si tenemos cierta lucidez en recordar estos sueños podremos
probablemente identificar nuestros patrones mentales al abordar cierto tema y
observarlos (observarnos) desde otro ángulo, lo cual suele ser liberador: así
este reprocesamiento de nuestro acontecer psíquico diurno puede ser una forma de
desatar nudos y borrar el cassette, permitiéndonos luego vivir en el
presente. “En la primera parte de la noche parece que [los sueños] procesan y
dispersan las emociones residuales negativas de la vigilia; los sueños más tarde
en la noche integran este material al sentido de ser que uno tiene de sí mismo”,
dice Rubin Naiman. “Se nos recuerda que soñar es una forma a través de la cual
permitimos que nuestra conciencia respire; se expanda y cure”.
Al mismo tiempo, el hecho de que revivamos
nuestros días en los sueños, más que un mero loop existencial, puede
significar un proceso de reconsolidación de memoria. Muchas personas habrán
experimentado que pasar toda la noche estudiando no suele ser tan efectivo como
estudiar un buen trecho y luego dormir. Soñar posiblemente nos permite repasar
lo que hemos vivido con áreas más profundas de nuestro cerebro, introyectando
lo que hemos experimentado hacia el fondo casi infinito de nuestra
(in)conciencia: casi como si en la noche, soñando, se formaran hologramas de
nuestras experiencias.
El sueño a un nivel más profundo, me parece, es
capaz no solo de orientarnos en el laberinto de la mente, sino también de sanar
en toda nuestra extensión. Hay que considerar que muchas de nuestras
enfermedades son el resultado de procesos psíquicos obstruidos o traumas —de la
misma forma una obstrucción en nuestros aparato digestivo o en nuestro sistema
circulatorio puede generar una enfermedad; las enfermedades pueden entenderse
como una especie de metáfora somatizada de una obstrucción psíquica. La
enigmática frase de Carl Jung que exploré en un artículo anterior, «Los que eran dioses se han
convertido en enfermedades», nos sugiere que los procesos arquetípicos
de la mente —los dioses, los héroes, las grandes gestas, los monstruos e incluso
los ciclos cósmicos de la naturaleza de los cuales somos espejo atravesado— han
sido reprimidos y por lo tanto degeneran en enfermedades. Estos ilustres y
añejos habitantes de nuestra mente colectiva generalmente se manifiestan en los
sueños —el lugar donde su narrativa fantástica puede manifestarse sin las
constricciones de la razón, el lugar donde pueden operar su prístina magia
simbólica. Matar un dragón en un sueño puede ser acabar con un trauma que nos
asedia despiertos. Sin el flujo de los dioses en los sueños —de los símbolos
universales de procesos individuales—, estamos limitando nuestra capacidad de
operar sobre las regiones profundas de nuestra psique, el único lugar donde,
hasta de un solo zarpazo, podemos sanar achaques que nos podrían perseguir toda
una vida y allende.
Una última y radical teoría relacionada con los sueños: Rubin Naiman recomienda
que en el día nos expongamos a la luz natural y en la nocha vayamos gradualmente
apagando la luz —un atardecer simulado en el caso de no poder alinearnos con el
atardecer natural. Esto para entrar en contacto con los ritmos circadianos
naturales y permitir que los sueños den a luz sus frutos. Dicha práctica me hace
recordar el ensayo de Cliff Pickover DMT, Moses and the Quest for Trascendence,
donde este matemático influenciado por los psicodélicos sugiere que la visiones
divinas de los profetas pudieron haber sido el resultado de la producción
endógena de DMT, el poderoso enteógeno que nuestro cerebro secreta de manera
natural, aunque difíiclmente a dosis que nos hagan alucinar como sucede cuando
se fuma. Pickover y el mismo Dr. Rick Strassman creen que quizás la exposición a
la luz artificial que ha venido ocurriendo, in crescendo, en los
últimos mil años, podría haber limitado la producción de DMT endógeno. ¿Por que
no pensar que una ciencia del sueño dirigida a potenciar nuestros
neurotransmisores, de la mano de los ritmos naturales y de técnicas de
biofeedback, pudiera adiestrarnos en la generación de DMT endógeno y
así propiciar sueños divinos? En esa imagen, en la visión de la luz cristalina
que revela su complejidad y desovilla su narrativa como si fuera hecha por
guionistas omniscientes justo para nosotros, está la medicina del alma.
Así que si eres una persona que se jacta de vivir
o al menos intentar vivir en un estado de conciencia de lo que sucede a su
alrededor, de observar la naturaleza, de mantenerse en el presente, respirando,
meditando en movimiento y escuchando su cuerpo, entonces sería poco congruente
que no prestaras atención a tus sueños. No solo porque integran casi una tercera
parte de tu vida, sino porque en ellos puedes acceder a un nivel de información
al que difícilmente tendrás acceso despierto: en ellos se desnuda tu mente y
quizás, con cierta disciplina, tu mismo espíritu se vuelve translúcido.
Twitter del autor: @alepholo
Fuente: http://pijamasurf.com/2012/03/podemos-sanarnos-sonando/
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